Quiero empezar pidiendo
disculpas a los protagonistas por la
osadía de contar su historia. De verdad lo siento, no pude aguantarme.
Con
más de tres años de soltería empedernida, cero compromisos, más de un
enamoramiento de mujeres equivocadas y muchas aventuras con rosas de una noche;
él se despertó la mañana del martes 29 de julio del 2,014. Joven veinteañero
desempleado freelancero que había
aceptado colaborar sin remuneración alguna en la realización de un video para
un partido de política gremial de profesionales.
La
mañana ocupada de aquel martes transcurrió con normalidad y se fue como se van
las golondrinas, almorzó con su mejor amiga que labora cerca de la sede del
partido, regresó dispuesto a terminar lo
más pronto posible el video y a las 3 horas lo había finalizado. Antes de
partir, hizo tres llamadas en el lobby del edificio informando que había
acabado con el trabajo, solamente dos fueron contestadas. Salió en busca de la
parada seis 26 del transmetro, durante las cuatro enormes cuadras que caminó
busco quien le cambiará su billete por una moneda para poder abordar el
transmetro, un provinciano vendedor de piñas sin dudarlo le hizo el cambio y él
pudo empezar el recorrido que lo llevaría hasta la central de mayoreo (CENMA).
Al
llegar al CENMA él tenía planificado hacer un par de llamadas, sentarse en una
banca y degustar de un aperitivo dulce, sin embargo decidió no hacerlo (no me
pregunten por qué) continuo su marcha para abordar el bus que lo llevaría hasta
su colonia. Subió al bus semi vacío y escogió sentarse en la segunda fila de la
izquierda, se hizo hacia la ventana dejando espacio para que se sentase quien
fuese, normalmente él suele discriminar a las personas al verlas subir y piensa
– que no se siente aquí, que no se siente aquí – sin embargo esa tarde iba tan cansado que no
le importó quien se sentará a la par suya. Los pasajeros subían y pasaban de
largo como si el asiento ya estuviese ocupado.
La magia comienza cuando ella se
sube; ocupa el espacio vacío y entre sus piernas coloca el bolsón de turquesa,
sus miradas se cruzan, ella le sonríe y él no sabe qué hacer. El bus emprende
su marcha, él la ve de reojo y encuentra su cabello castaño, de piel blanca y
juventud a florecer, en su cabeza el dilema de hablarle o no hablarle, tener el
coraje, minutos de silencio, toma valor y pregunta tan obvia que hace –
¿de estudiar vienes? – Ella risueña
contesta –si y ¿tú?– Él hubiese querido
contarle todo lo que había hecho ese día, sabe que la aburriría y responde –de hacer unos trabajos– ella se ve tan joven que él piensa que aún es
de colegio, gran sorpresa se lleva cuando ella responde:
–No, de la universidad-
–¿Qué estas estudiando?
–Medicina–
A partir de ese momento, él supo
que no debía ser una conversación común de esas que mueren en el tiempo donde
nunca más vuelves a hablar con esa persona. A él le encantan las estudiantes de
medicina, nunca ha salido con ninguna
pero siempre le han llamado la atención por lo guapas que se ven con sus
uniformes blancos y por la fama de lo difícil que es estar en esa carrera.
Dudas y mitos de su carrera él
preguntaba, ella entre risas le contestaba y contaba lo enamorada que estaba de
la medicina, él improvisaba palabras y temas de un área desconocida. Las risas
seguían y él se perdió en el café de sus ojos. En cada parada del bus, el sentimiento
del miedo se hacía presente con la posibilidad de que ella bajara y él aún no
se había atrevido a pedirle su número. Él preguntó dónde es que vivía y la
sorpresa del día es que reside en la misma colonia.
Él se ofreció acompañarla hasta
su casa, ella acepto. Por fin se atrevió a pedirle su número. Al volver él a su
casa se desilusionó al ver la foto del perfil de WhatsApp de ella, acompañada de
un caballero. No obstante ella en ningún momento de la conversación había hecho
la mención de estar en una relación así que la posibilidad de tener en común la
soltería continuaba vigente.
Los días pasaron como pasan los
autos en los peajes y los chats en WhatsApp eran cada vez más frecuentes, al
llegar el fin de semana él la invito a salir y su primera cita estaba
confirmada.
Cuanto tiempo hace que no tengo
primeras citas se preguntaba él mientras la loción impregnaba su camisa, los
nervios, emoción y dudas volvían a florecer. Fueron a tomar un café y ella con
su blusa rayada de manga larga y su cabello planchado le lanzó la pregunta más
interesante jamás hecha por alguien:
¿Y cuál es tu historia?
Tartamudeando comenzó a contarle desde
su niñez exponiendo toda su aburrida autobiografía que incluía sus relaciones
fallidas y fracasos sentimentales, en su turno devolvió la pregunta y le dijo:
¿Y tú historia cuál es?
Les puedo jurar que en esos
momentos Saturno se alineo y el universo conspiro porque al escucharla él
confirmo que era ella…
Ella era más de Cortázar y
Borges, él de Asturias y García Márquez. Él escribía en un blog trotamundo,
ella en papeles perdidos que duraban solo un segundo. Ella era la estudiante de medicina pero era él quien quería curarle el corazón porque el de ella estaba roto.
Ellos siguen saliendo, ella le ha
pedido ir despacio, él ya se enamoró, él no la dejará ir, ella no se quiere ir.
Él sabe que es amor porque la piensa aún con los ojos cerrados y cuando abiertos
están no ven más que aquellos ojos café que también le producen insomnio.
No sabe si fue él quien la
encontró o fue ella quien lo encontró, lo cierto es que se encontraron, tanta
fiesta, tanto lugar, tanto buscarlo, tantas noches y el amor viajaba en un chicken
bus.
Extrañas coincidencias rodean
nuestra vida, como por ejemplo que él llegó a la vida de ella exactamente un
mes después de que cumpliera sus veintiún años ¿un regalo tardío del destino? Dios
sabrá, la vida es todo un segundo, la vida es una constante toma de decisiones
¿Y si él no hubiera tenido el valor de hablarle? ¿De pedirle su número? ¿Y si
él se hubiera tardado más haciendo el video? ¿Y si la tercera llamada que hizo
en el lobby del edificio hubiese sido contestada? ¿Y si el vendedor de piña no le habría dado
la moneda? ¿Y si él se habría sentado a realizar la llamada en el CENMA? Pero
lo más importe ¿Y si él no se hubiese sentado en la segunda fila de la
izquierda? ¿Y si alguien más se hubiera
sentado en el espacio vacío? ¡Está historia no existiría!
Se escriben historias de amor todos los días… pero muy pocas comienzan en un chicken bus, aún existe el amor a primera vista y todavía creo en los finales felices.