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viernes, 22 de agosto de 2014

El amor viaja en Chicken Bus

Quiero empezar pidiendo disculpas a los protagonistas por  la osadía de contar su historia. De verdad lo siento, no pude aguantarme.




Con más de tres años de soltería empedernida, cero compromisos, más de un enamoramiento de mujeres equivocadas y muchas aventuras con rosas de una noche; él se despertó la mañana del martes 29 de julio del 2,014. Joven veinteañero desempleado freelancero que  había aceptado colaborar sin remuneración alguna en la realización de un video para un partido de política gremial de profesionales.

La mañana ocupada de aquel martes transcurrió con normalidad y se fue como se van las golondrinas, almorzó con su mejor amiga que labora cerca de la sede del partido,  regresó dispuesto a terminar lo más pronto posible el video y a las 3 horas lo había finalizado. Antes de partir, hizo tres llamadas en el lobby del edificio informando que había acabado con el trabajo, solamente dos fueron contestadas. Salió en busca de la parada seis 26 del transmetro, durante las cuatro enormes cuadras que caminó busco quien le cambiará su billete por una moneda para poder abordar el transmetro, un provinciano vendedor de piñas sin dudarlo le hizo el cambio y él pudo empezar el recorrido que lo llevaría hasta la central de mayoreo (CENMA).

Al llegar al CENMA él tenía planificado hacer un par de llamadas, sentarse en una banca y degustar de un aperitivo dulce, sin embargo decidió no hacerlo (no me pregunten por qué) continuo su marcha para abordar el bus que lo llevaría hasta su colonia. Subió al bus semi vacío y escogió sentarse en la segunda fila de la izquierda, se hizo hacia la ventana dejando espacio para que se sentase quien fuese, normalmente él suele discriminar a las personas al verlas subir y piensa – que no se siente aquí, que no se siente aquí –  sin embargo esa tarde iba tan cansado que no le importó quien se sentará a la par suya. Los pasajeros subían y pasaban de largo como si el asiento ya estuviese ocupado.

La magia comienza cuando ella se sube; ocupa el espacio vacío y entre sus piernas coloca el bolsón de turquesa, sus miradas se cruzan, ella le sonríe y él no sabe qué hacer. El bus emprende su marcha, él la ve de reojo y encuentra su cabello castaño, de piel blanca y juventud a florecer, en su cabeza el dilema de hablarle o no hablarle, tener el coraje, minutos de silencio, toma valor y pregunta tan obvia que  hace  – ¿de estudiar vienes? –  Ella risueña contesta  –si y ¿tú?– Él hubiese querido contarle todo lo que había hecho ese día, sabe que la aburriría y responde  –de hacer unos trabajos–  ella se ve tan joven que él piensa que aún es de colegio, gran sorpresa se lleva cuando ella  responde:

–No, de la universidad-
–¿Qué estas estudiando?
–Medicina–

A partir de ese momento, él supo que no debía ser una conversación común de esas que mueren en el tiempo donde nunca más vuelves a hablar con esa persona. A él le encantan las estudiantes de medicina, nunca ha salido con ninguna  pero siempre le han llamado la atención por lo guapas que se ven con sus uniformes blancos y por la fama de lo difícil que es estar en esa carrera.

Dudas y mitos de su carrera él preguntaba, ella entre risas le contestaba y contaba lo enamorada que estaba de la medicina, él improvisaba palabras y temas de un área desconocida. Las risas seguían y él se perdió en el café de sus ojos. En cada parada del bus, el sentimiento del miedo se hacía presente con la posibilidad de que ella bajara y él aún no se había atrevido a pedirle su número. Él preguntó dónde es que vivía y la sorpresa del día es que reside en la misma colonia.

Él se ofreció acompañarla hasta su casa, ella acepto. Por fin se atrevió a pedirle su número. Al volver él a su casa se desilusionó al ver la foto del perfil de WhatsApp de ella, acompañada de un caballero. No obstante ella en ningún momento de la conversación había hecho la mención de estar en una relación así que la posibilidad de tener en común la soltería continuaba vigente.

Los días pasaron como pasan los autos en los peajes y los chats en WhatsApp eran cada vez más frecuentes, al llegar el fin de semana él la invito a salir y su primera cita estaba confirmada.

Cuanto tiempo hace que no tengo primeras citas se preguntaba él mientras la loción impregnaba su camisa, los nervios, emoción y dudas volvían a florecer. Fueron a tomar un café y ella con su blusa rayada de manga larga y su cabello planchado le lanzó la pregunta más interesante jamás hecha por alguien:
 ¿Y cuál es tu historia?

Tartamudeando comenzó a contarle desde su niñez exponiendo toda su aburrida autobiografía que incluía sus relaciones fallidas y fracasos sentimentales, en su turno devolvió la pregunta y le dijo: ¿Y tú historia cuál es?

Les puedo jurar que en esos momentos Saturno se alineo y el universo conspiro porque al escucharla él confirmo que era ella…

Ella era más de Cortázar y Borges, él de Asturias y García Márquez. Él escribía en un blog trotamundo, ella en papeles perdidos que duraban solo un segundo. Ella era la estudiante de medicina pero era él quien quería curarle el corazón porque el de ella estaba roto.

Ellos siguen saliendo, ella le ha pedido ir despacio, él ya se enamoró, él no la dejará ir, ella no se quiere ir. Él sabe que es amor porque la piensa aún con los ojos cerrados y cuando abiertos están no ven más que aquellos ojos café que también le producen insomnio.

No sabe si fue él quien la encontró o fue ella quien lo encontró, lo cierto es que se encontraron, tanta fiesta, tanto lugar, tanto buscarlo,  tantas noches y el amor viajaba en un chicken bus.

Extrañas coincidencias rodean nuestra vida, como por ejemplo que él llegó a la vida de ella exactamente un mes después de que cumpliera sus veintiún años ¿un regalo tardío del destino? Dios sabrá, la vida es todo un segundo, la vida es una constante toma de decisiones ¿Y si él no hubiera tenido el valor de hablarle? ¿De pedirle su número?   ¿Y si él se hubiera tardado más haciendo el video? ¿Y si la tercera llamada que hizo en el lobby del edificio hubiese sido contestada?  ¿Y si el vendedor de piña no le habría dado la moneda? ¿Y si él se habría sentado a realizar la llamada en el CENMA? Pero lo más importe ¿Y si él no se hubiese sentado en la segunda fila de la izquierda?  ¿Y si alguien más se hubiera sentado en el espacio vacío? ¡Está historia no existiría!



Se escriben historias de amor todos los días… pero muy pocas comienzan en un chicken bus, aún existe el amor a primera vista y todavía creo en los finales felices.